Aunque a través de los años sus funciones han venido transitando por cuanto camino placentero haya podido sostener la imaginación, los primeros vibradores no se usaron como juguetes sexuales, sino como instrumentos médicos. Las primeras mujeres en usarlos no tenían idea del placer que podrían proporcionarles aquellos objetos ni que cientos de años más tarde cualquiera de sus descendientes podría llevarlos entre sus artículos personales.
En el origen, las únicas mujeres con derecho a toparse en la intimidad con un vibrador eran las que padecían de mucha ansiedad, cambios de humor o depresiones. La llamada histeria femenina se considera actualmente un término obsoleto y poco preciso. Pero su aparición -machista, sin dudas- terminó ayudando a la felicidad sexual de muchas hasta hoy.
Los maridos de entonces, muy preocupados, llevaban a sus esposas ante los doctores, también hombres. Ellos las diagnosticaban de “histéricas” y les orientaban recibir terapias pélvicas. Por fortuna, el tratamiento conducía directamente al orgasmo gracias a las maniobras manuales de los médicos.
En la antigua Grecia, por ejemplo, se documenta el uso de masaje genital como método terapéutico para aliviar los síntomas de la histeria femenina. Con el tiempo, esta práctica evolucionó hacia el desarrollo de dispositivos mecánicos, incluidos los precursores de los vibradores modernos. Estos dispositivos se utilizaban en consultorios médicos para proporcionar estimulación genital controlada e inducir el paroxismo histérico como tratamiento. Todavía muchas mujeres agradecen tan noble inventiva.
Los vibradores comenzaron a ser comercializados como juguetes sexuales a finales del siglo XIX, específicamente en la época victoriana. En ese momento se vendían discretamente como “aparatos de masaje” o “tratamientos para el alivio de la tensión”. Estos dispositivos se promocionaban para aliviar una variedad de dolencias, desde dolores de cabeza hasta fatiga, sin mencionar su uso para la estimulación sexual.
Con el tiempo, los vibradores se fueron asociando cada vez más con el placer sexual hasta convertirse en un elemento común en la cultura erótica. Durante el siglo XX, con la revolución sexual y el cambio en las actitudes hacia la sexualidad, se popularizaron como juguetes sexuales, tanto para uso individual como en parejas y grupos.
Hasta hoy, los vibradores son ampliamente aceptados como herramientas para mejorar la intimidad y el placer sexual, con numerosos diseños y variedades. A medida que la sociedad evolucionó hacia la comprensión y aceptación de la sexualidad, pasaron de ser dispositivos médicos controvertidos a formar parte de una vida sexual saludable y satisfactoria.