La amiga de mi hija se llama Abi, a veces también aparece Obi. Creo que son hermanas. Al menos por los nombres similares deben serlo. Abi y Obi son amigas imaginarias, pero nos visitan a menudo y están largo rato con nosotras. A los seis años, la edad que tiene ahora mi hija, yo también me había agenciado una amiga imaginaria. Por más que trato de recordar su nombre no logro acertar, pero tengo algunos recuerdos suyos en mi memoria.
No creas que este texto es una locura. No existe nada más cuerdo y coherente que un amigo imaginario en la infancia. Si ya de adultos no tenemos la licencia para hablar solos sin que nos tachen de esquizofrénicos, los niños si pueden darse ese lujo y, aunque tampoco lo creas, es hasta bueno para su desarrollo. Casi todos vivimos ese momento, pero ahora nuestro papel como adultos nos obliga a veces a asumirlos con cierto temor y desconfianza. Sucede que el fascinante mundo de los amigos imaginarios es un área tan misteriosa como divertida. Es casi un eslabón más en el crecimiento y desarrollo de los niños.
¿Sabes si los amigos de tu hijo son “buenos” o “malos”? ¿Has escuchado sus conversaciones? ¿Ya les preguntaste cómo están?
Si no te has detenido a pensar en cómo influye sobre tu hijo su amigo imaginario; si no lo conoces ni te interesas por él como si fuera un niño más de su clase; o si no sabes cómo tolerar su presencia, te dejamos algunas reflexiones al respecto.
¿Son “buenos” o “malos” los amigos imaginarios?
Conocer al amigo imaginario de tu hijo te abrirá las puertas a los senderos mas desconocidos de su conciencia infantil. Te será fácil comprender cómo utiliza su imaginación para dar sentido al mundo que le rodea. Y lo más importante, te ofrecerá pistas sobre las necesidades emocionales y sociales de tu niño, así como de su capacidad para la empatía y la creatividad.
Si la mente humana es hasta hoy un mundo con muchas zonas por explorar, la de un niño lo es mucho más. Se trata de una personalidad en formación, susceptible a los afectos y cambios externos, una “esponja” lista para absorber lo que sea que se le ofrezca. Por eso, la influencia de los amigos imaginarios puede variar dependiendo de la naturaleza y del contexto de la relación con el amigo, así como el desarrollo emocional y social del niño. En general, los amigos imaginarios suelen ser una parte normal del desarrollo infantil y pueden tener aspectos positivos y negativos. Pero es deber de los padres seguirlos de cerca y cuidar que transiten por el camino saludable en su mente.
Si es así, les brindarán una salida creativa para expresar emociones, los ayudarán a practicar habilidades sociales y desarrollar su imaginación. También servirán como compañeros reconfortantes en momentos de soledad o estrés, proporcionando consuelo y apoyo emocional.
Un detalle esencial será cuidar que, además del amigo imaginario, el pequeño sea capaz de relacionarse y establecer afectos con niños reales. La presencia excesiva de un amigo imaginario podría indicar dificultades de otra índole y sugerir comportamientos afines con el espectro autista, por ejemplo, u otras dificultades emocionales y sociales que requieren intervenciones de los adultos. En estos casos, es importante prestar atención a las señales que el niño está enviando a través de su relación con su amigo imaginario.
Generalmente la presencia de estos compañeritos suele eliminarse espontáneamente alrededor de los siete u ocho años. Con esa edad, la mente les debe enviar otras señales y trascienden el momento imaginativo. Pero si no sucede, tampoco deberá ser tan alarmante. Cada niño se toma su tiempo y mientras el amigo imaginario sea saludable a la escucha de un adulto, no habrá problemas, ni necesidad de explicarles que no existen.
Mientras esa mezcla de realidad y fantasía no cause traumas o procesos de ansiedad, es mejor dejarles que vivan su momento y que sueñen con su amigo. Es incluso divertido escucharlos nombrarlo y participar con ellos en alguna que otra situación imaginaria. Seguirles la corriente: ¿qué tal?, mucho gusto…Bienvenido.