En la vida, todos nos enfrentamos a situaciones desafiantes y preocupaciones que a veces nos agobian. Sin embargo, algunas personas se consumen con temores y ansiedades por sucesos que pueden llegar a ocurrir en un futuro incierto. Esta preocupación excesiva no solo puede ser perjudicial para nuestra salud mental, sino que también nos aleja de disfrutar plenamente del presente.
Si eres de las que hace de la preocupación un estado natural, entonces este texto es para ti. Te ayudamos a encarar la vida de una manera más saludable y equilibrada.
Cuando nos preocupamos sobremanera por los problemas de la vida cotidiana estamos dando vía libre a invitados que debiéramos evitar a toda costa. El estrés y la ansiedad, por ejemplo, surgen de estas preocupaciones. Lo peor es que pueden llamar también a otros indeseables como la fatiga, los problemas digestivos, los problemas de sueño, entre otros que nada bueno aportan. Juntos pueden debilitar el sistema inmunológico, haciéndolo más susceptible a enfermedades y contagios.
O sea, que si te preocupas demasiado, te enfermas. Un análisis que podría parecer básico y superficial, pero que puesto a las claras es ni más ni menos, real. Incluso, la preocupación excesiva puede afectar hasta las relaciones interpersonales. Nuestro enfoque en lo negativo podría hacer que las personas a nuestro alrededor se sientan agobiadas y decidan mantener distancia. Nadie quiere cargar con malas energías, hay que ser sinceras.
Las mujeres llevamos el peso de una vida doméstica que no siempre nos suele tratar con amabilidad y somos, casi siempre, más susceptibles a la preocupación extrema que los hombres. Pero que seamos nosotras las más preocupadas no quiere decir que no podamos hacer de todo para conservar nuestra calma y salud emocional.
Debemos enfocarnos en el presente y aprender a dejar ir aquello que no podemos controlar. Una forma de hacer esto es mediante la práctica de la mindfulness, que nos ayuda a centrarnos en el aquí y el ahora, desarrollando conciencia plena de nuestros pensamientos y emociones. Esto nos permitirá reconocer cuándo estamos cayendo en una espiral de pensamientos preocupantes y nos dará las herramientas para desviar la atención hacia aspectos más positivos de nuestras vidas.
Otra técnica útil para las personas extremadamente preocupadas es la terapia cognitiva conductual (TCC). Esta forma de terapia se enfoca en cambiar patrones de pensamiento negativos y conductas relacionadas. Con el apoyo de un terapeuta experimentado, las personas aprenden a identificar sus patrones de preocupación y a desarrollar habilidades para reducir su ansiedad y estrés.
Vivir sumidas en preocupaciones excesivas y temores no solo afecta negativamente nuestra salud y bienestar sino que también nos impide disfrutar plenamente del presente. La clave está en centrarnos en el aquí y el ahora, tomando cada día como una oportunidad para apreciar y disfrutar de las experiencias que la vida nos ofrece.