Desde que nacen, incluso un poco antes, desde que comienzan a escuchar y sentir sus primeras sensaciones en el vientre materno, los niños están expuestos a los dispositivos electrónicos y a algo que, en muchos casos, condiciona inevitablemente nuestras vidas: las redes sociales.
Prácticamente antes de balbucear sus primeras palabras, los pequeños aprenden a rodar sus deditos por móvil, a tocar algo que allí les llame la atención y a mirarlo fijamente por largos periodos. Las nuevas tecnologías parecen venir incorporadas en sus sistemas neuronales y ellos mismos se encargan de ir desarrollando habilidades.
Actualmente, los niños consumen como mínimo cuatro horas diarias frente a las pantallas de los dispositivos móviles. Aunque las estadísticas son bastante alarmantes y los médicos adviertan a los padres sobre la necesidad de gestionar este consumo, no es un secreto que muchas veces usamos los teléfonos para que nos concedan un minuto de descanso.
También los adultos somos los responsables de que se inicien tan temprano en las redes sociales. Una que otra fotico por aquí y otra por allá. Pensamos que no tendrá repercusiones, pero cuando llega la adolescencia pueden arribar también los primeros conflictos. Desde acoso cibernético, hasta suplantación de identidad y adicciones.
Adaptarse a ver y participar en el mundo que los rodea a través de un post, una historia de Instagram o un mensaje de Whatsapp podría traer tantas complicaciones como el abuso de sustancias.
Tanto es así que, sobre todo con la ayuda de los padres y maestros, algunos adolescentes ya se comienzan a dar cuenta de que pierden un elevado porciento de tiempo frente a los dispositivos. Y además, que desperdician momentos importantes de su vida por dedicarlos a navegar por las redes sociales.
A esta inesperada reacción se le ha comenzado a llamar JOMO, por las siglas en inglés de “Joy of missing out”. Y se refiere a la alegría de perderse el contenido virtual y el bombardeo constante de informaciones a que están expuestos por vivir la vida real.
Para lograr que los adolescentes alcancen el JOMO, los padres tenemos la responsabilidad de lograr que entiendan que está bien perderse las últimas actualizaciones de estado de sus amigos o de sus celebrities favoritas. Que está bien llegar tarde de un viaje y no correr a alcanzar el móvil para subir fotos. Enseñarles a priorizar primero los momentos en familia y a asumir las cosas de forma saludable.
Hasta ahora nadie dice que no puedan permanecer en las redes. Pero una cosa es el uso y otra muy distantes es el abuso. Si crees que tu hijo alcance el JOMO, comienza desde hoy a hablarle de que está bien bloquear las notificaciones, apagar su teléfono o llevarlo en silencio por unas horas. Dile que la realidad es mucho más linda sin filtros de contenido y explícale que la desconexión no es una enfermedad.