Quizás tu hijo o hija no le tema a la oscuridad. Qué bien si es así. Pero si estás en el caso contrario y cada noche le acompañas en su cuarto, o extiendes la mano desde tu cama a la suya diciendo que no pasa nada, que todo está bien, que es solo la noche y las luces apagadas, entonces este texto es para ti. O para ustedes.
Primero, que sepas que es un fenómeno más común de lo que te imaginas. Tal vez hasta tú misma sentiste lo mismo en tus años de niña. Haz un poco de ejercicio con la memoria y ahí lo encontrarás.
El miedo a la oscuridad es un fenómeno natural en la infancia, a menudo provocado por la ausencia de luz y la amplificación de las sombras. Los niños, con sus mentes vivas y sus emociones en desarrollo, pueden convertir las formas y ruidos nocturnos en fuentes de ansiedad y angustia. Estos temores pueden estar asociados con historias, experiencias o cambios en su entorno que afectan su sensación de seguridad y bienestar. O simplemente les asusta la oscuridad, así sin mayores explicaciones.
Cuando la hora de acostarse llega, a menudo pueden encontrarse solos con sus pensamientos. Muchas sensaciones pueden atravesarlos y esto puede servir como catalizador de sus miedos nocturnos. La oscuridad puede magnificar sus preocupaciones, y el alejarse de sus padres para dormir en sus habitaciones, o quedarse en el cuarto con ellos pero sin luz, puede causarles ansiedad.
Sin embargo, la oscuridad no es tan mala como imaginan. De hecho, muchos psicólogos, neurólogos y pediatras advierten que se les debe adaptar a quedarse en habituaciones oscuras para cumplir con una correcta higiene del sueño. Esto propicia que su descanso sea bien placentero y les sirva en su desarrollo neuronal.
La ardua tarea, como siempre, es de las mamis y los papis. Enfrentarnos a las pesadillas, la resistencia a dormir o simplemente la insistencia por mantener luces encendidas toda la noche puede ser un desafío.
La misión es ayudar a los pequeños a enfrentar estos temores. Por eso te dejamos unos consejos que quizás ya los estés implementando, o no, pero de cualquier forma es conveniente enfatizar.
1. Crea un espacio acogedor: Rodea a tus hijos con objetos familiares y reconfortantes, como una manta favorita, un peluche querido o una lámpara nocturna con luz muy tenue para ir adaptándolos. Un entorno acogedor puede ayudar a mitigar la ansiedad y crear una sensación de seguridad.
2. Fomenta la comunicación: Alienta a tus hijos a hablar sobre sus miedos y preocupaciones. Escucha atentamente y valida sus emociones, deja abierto el espacio para una conversación linda y respetuosa.
3. Transfórmalos en superhéroes: Enseña a tus hijos técnicas de respiración profunda, visualización y afirmaciones positivas para que puedan sentirse más seguros y protegidos. Haz que se sientan como superhéroes enfrentando sus miedos con valentía.
Recuerda que, con paciencia, comprensión y la herramientas adecuadas, podemos transformar estos miedos en oportunidades para cultivar la tranquilidad y el crecimiento emocional de nuestros hijos. Al crear un espacio seguro, fomentar la comunicación y ensenarles técnicas para afrontar sus temores, nuestros pequeños encontrarán la luz y la fuerza para enfrentar las noches que perciben tan oscuras con más coraje y confianza.