A cuál de nosotras no le gusta sentir su olorcito, acariciar su piel sueva y disfrutar la calma de sus sueños. Vigilarles desde muy cerca la respiración o simplemente contemplarlos orgullosas… A todas nos ha fascinado la idea de dormir con nuestros pequeños. Pero lo que pudiera parecer una consecuencia más de nuestro amor incondicional, a corto o largo plazo podría traernos más de un inconveniente.
Como todo en este mundo ya tiene un nombre -y a lo que no, se lo inventamos-, al fenómeno de los niños que acostumbran a dormir con sus padres también se le conoce como co-dormir o co-dormición. Y en este caso, el nombre no lo hemos inventado nosotras; sino que lo han bautizado varios expertos, quienes mantienen opiniones dividas sobre los efectos de este fenómeno.
Algunos consideran que esta práctica es beneficiosa para el desarrollo del vínculo emocional entre padres e hijos. Mientras que otros la consideran perjudicial para el desarrollo del niño y la intimidad de los padres, incluso peligrosa para los más pequeños, quienes pudieran sufrir accidentes como caídas o asfixia.
Los defensores de la co-dormición sostienen que brinda seguridad y consuelo al niño. Además, destacan que las interacciones positivas en la cama fortalecen la autoestima del niño y promueven la sensación de protección y amor entre los integrantes de la familia. Los padres que optan por este método aprecian la oportunidad de tener una conexión más profunda con sus hijos y disfrutan de momentos de intimidad al final del día.
No obstante, hay quienes argumentan que la co-dormición puede causar problemas en la vida íntima de los padres y en la capacidad del niño para desarrollar independencia. Los niños que acostumbran a dormir con sus padres podrían experimentar ansiedad al separarse de ellos durante la noche, lo que podría dificultar su transición a dormir en su propia habitación en el futuro.
Para que los niños se adapten a dormir solos en sus camas, los expertos sugieren establecer una rutina de sueño consistente y que los padres adopten una postura comprensiva pero firme al explicar el cambio. Se recomienda hablar con el niño sobre las razones por las que dormir en su propia cama es importante y permitirles participar en la creación de un espacio seguro y agradable para dormir.
La transición puede ser gradual, comenzando quizás por ponerlos un rato en la cama matrimonial y luego llevarlos a la suya. También se recomienda proporcionar objetos de seguridad, como una manta favorita o un juguete querido, para ayudar a que el niño se sienta más cómodo y tranquilo durante la noche.
Lo cierto es que la co-dormición puede ser tanto una bendición como una fuente de tensiones dentro de la familia. La clave está en encontrar un equilibrio entre las necesidades emocionales del niño, el bienestar de los padres y las dinámicas de la relación de pareja. Todo es importante. Al escuchar con atención las necesidades y preocupaciones de todas las partes, las familias pueden encontrar una solución que funcione para ellos y fortalezca sus vínculos a largo plazo.