Probablemente las que sumen menos de 20 o 30 años sean las únicas que no se planteen sus edad como una suerte de bendición matizada con la presión de la vejez. Un día eres la reina del baile, y al siguiente, ¡bam! Te despiertas con una arruga que parece un mapa del tesoro. Así de trágicas y de afortunadas nos volvemos con los años.
A medida que vamos sumando primaveras, comenzamos a recibir códigos secretos sobre cómo lidiar con este demonio. Desde cremas antiarrugas que prometen devolverte a tus veinte (spoiler: no funcionan) hasta rutinas de ejercicio que parecen un castigo más que un placer (aunque si tienes hijos, correr detrás de ellos ya cuenta como cardio). Eso para no hablar de la era de los filtros de Instagram.
Pero aquí viene lo mejor: a medida que este “demonio” nos lanza sus dardos punzantes, también nos regala algo invaluable: sabiduría y experiencia. Cada año vivido es una lección aprendida (aunque a veces parezca más un examen sorpresa). Aprendemos a decir “no” sin remordimientos y a valorar cada momento como si fuera un último capítulo de nuestra serie favorita.
El amor propio se reactiva con la edad
Lo que quizás no nos planteábamos ni por un segundo en los 20, después de los 40 lo llevamos como bandera. El amor propio deja de ser un discurso de autorreconciliación para volverse un hecho y una buena armadura contra el demonio que nos quiere hacer sentir viejas inútiles. A medida que crecemos, descubrimos que lo verdaderamente atractivo es la confianza que emana desde adentro. Entonces sí, tal vez tengamos algunas canas (o muchas), pero cada una cuenta una historia y son nuestro brillo especial.
Da lo mismo cuántos años sumemos. Aquí vamos a seguir, riéndonos en la cara del demonio de la edad mientras navegamos por la montaña rusa llamada vida. Con cada año que pasa, nos hacemos más fuertes y más divertidas. Somos como el buen vino… o tal vez como el queso curado (que también mejora con el tiempo). La clave está en disfrutar el viaje con risas y buena compañía. ¡A brindar por las arrugas y las canas que están o las que vienen en camino! Y recuerda siempre que la mejor edad es la tuya.
Todos los días dejo a mi hija en la escuela e intento respirar, pero no consigo hacerlo hasta que la veo en la recogida. Soy periodista con título, artista sin talento, soy la mamá de Emma y todo lo que eso implica. Descubrí mi verdadera vocación hace poco más de seis años cuando sacaron una niña de mis adentros y me la pusieron en los brazos. La maternidad me cambió el cuerpo, la mente y la energía. Mi universo conspira y se mueve alrededor de ella y para ella. Estar cansada es un estado natural, y el esfuerzo una inspiración.