Un camino entre los “por qué”, la pregunta que más repetimos en la vida

pregunta por qué

En las diferentes etapas de la vida aparecen inquietudes, expectativas, aspiraciones y proyectos. Desde el nacimiento hasta la ancianidad siempre existe el afán por conocer y entender las modificaciones propias de cada periodo.

Tengo una compañera que cada día nos relata las nuevas inquietudes de su niña rubia y traviesa de tres años de edad…. “Mami, ¿por qué mi muñeca no come igual que yo?”, “Por qué el gatito Ceniza no me contesta si yo le hablo?”, “Por qué tú eres mi mamá?”. En ocasiones mi amiga no sabe qué responder.

La familia: fundamental en la respuesta a los porqués

Las preguntas de los niños a los tres años son muy frecuentes y forman parte de su desarrollo psicológico. En los juegos quieren imitar entornos de adultos y buscan más autonomía. Los padres requieren explicar con lenguaje claro y sencillo, pero siempre sincero, todo lo que le inquiete, no evadir respuestas, no usar metáforas: si un familiar fallece, se le dice que murió y que no volverá más. No se dice que fue al cielo, porque siempre lo esperará.

La adolescencia, como transición entre la niñez y la juventud, es otro importante periodo de inquietudes. Aparecen crisis, modificaciones biológicas y psicológicas que  precisan de la comunicación asertiva entre padres e hijos. 

Se torna fundamental conocer sus preocupaciones, sus intereses, limitaciones, necesidades; así como escuchar sin tabúes, transmitirles valores y prepararlos para su primera menstruación o eyaculación, los cambios físicos, la identidad, o las relaciones de pareja.

El adulto joven también tiene sus “por qué”. Aumenta el interés por sus antecedentes patológicos familiares y personales, la esencia de un estilo de vida saludable, de los embarazos, la independencia económica y la vida en pareja. Le preocupa cómo afrontar las crisis psicológicas de los 40 y de los 50 años de edad, la disminución de hormonas, la aparición de las primeras arrugas y la menopausia. 

La red de apoyo familiar se presenta entonces, como importante soporte para reequilibrar el comportamiento, la adaptación a los cambios, el conocimiento oportuno y consensuado al enfrentar la situación individual y de pareja, la responsabilidad social.

La tercera edad no se rezaga entre los porqué.  Es el periodo de cuestionar el “andar” entre las enfermedades tristes, incurables; las pérdidas familiares, los duelos con consecuencias psicológicas, biológicas y sociales, la jubilación, la soledad. Aparecen los “¿por qué me pasa a mí, a mis seres queridos”, “por qué ahora”, “por qué no lo hice mejor”… ¿Por qué? Los hijos se convierten en su mejor contención, los mejores asesores y, en ocasiones, los principales cuidadores.

La vida es un hermoso regalo que busca el equilibrio entre preguntas y respuestas, entre expectativas y proyectos, entre conocer y actuar. Aprender a disfrutar cada una de sus etapas, de la manera más sana  posible, diciendo adiós al desconocimiento, los tabúes, las erróneas interpretaciones y la incomunicación; fortaleciendo el diálogo en familia, el aprendizaje y el amor, es la mejor forma de seguir en este lindo, largo y cuestionado trayecto.