En la imaginación de muchos adultos convive la idea de que crear cierta expectativa en los bebés y niños pequeños, sorprenderlos con algún gesto, o asustarlos, puede ser un buen estímulo para conseguir de ellos una respuesta deseada. No importa que sea en forma de juego o que lo usen como regaño para, aparentemente, hacerlos “entrar razón”. Ningún adulto, sea padre o no, debería asustar a un pequeño.
La frontera que divide el susto de la agresión es prácticamente invisible. Inculcarles el miedo es también una forma de lastimarlos y se le puede considerar maltrato infantil. Los pediatras alertan que los bebés y niños hasta aproximadamente los cinco años no están preparados para recibir estos estímulos por leves e inofensivos que parezcan.
El miedo y los bebés, qué dicen los expertos
Asustar a un niño o hacerle una broma de mal gusto puede activar en ellos una señal de peligro, generarles estrés o exceso de adrenalina. Asimismo, les puede provocar desconfianza y hacerlos sentir desprotegidos.
Muchos de los pequeños que padecen escenas de este tipo -en las cuales se les asusta o se les hace una broma “graciosa”, según el adulto- reflejan el miedo durante el sueño. Incluso, llegan a tener trastornos mucho más serios, como las fobias hacia algo o alguien.
Cada padre tiene la responsabilidad de hacer que sus hijos perciban el mundo como un lugar seguro, aun cuando muchos peligros le acechen a lo largo de su vida. Tampoco debería confundir el respeto y las buenas conductas con las prohibiciones o comportamientos marcados únicamente por el miedo. De hecho, inculcar temores como parte de la enseñanza no es un criterio respaldado por especialistas.
De acuerdo con los expertos en estimulación temprana y oportuna, a los niños menores de cinco años les cuesta mucho distinguir la realidad de la fantasía. Por ello no se recomienda hacer bromas ni presentar imágenes o personajes de terror que no estén acordes con su edad. Es importante recordar que su sistema nervioso aún está en desarrollo y que las emociones intensas como el miedo pueden tener un impacto duradero.
Asustar o hacer bromas de mal gusto a los niños no es una buena manera de educarlos, ni de mantenerlos entretenidos. Es importante recalcar que ellos no lo entenderán como un episodio gracioso y podía crear un quiebre en la comunicación con el adulto. Si los quieres, no los asustes, ni de broma.