Hola, yo de hace diez años.
Recuerdo cómo te sentías. Esa mezcla entre querer comerte el mundo y, al mismo tiempo, no saber bien por dónde empezar. Vivías con tantas expectativas encima: las tuyas, las de los demás, las que no habías pedido pero igual te pesaban. Querías ser fuerte, querías hacerlo bien, querías llegar lejos. Y a veces, solo querías un abrazo.
Hoy, desde este lugar donde ya pasaron tantas cosas, solo quiero decirte: lo hiciste bien. Incluso cuando dudaste, cuando sentiste que estabas fallando, cuando no tenías idea de hacia dónde ibas. Todo eso también era crecer.
Con el tiempo, vas a descubrir que no todo se trata de cumplir metas. Que hay momentos en que simplemente sobrevivir también es un logro. Que hay caminos que no se ven en el mapa, pero te llevan justo donde tenías que estar. Y que muchas veces vas a cambiar de idea, de prioridades, de piel… y está bien.
No te voy a dar spoilers, pero sí te adelanto esto: vas a encontrarte con versiones tuyas que no imaginabas. Tal vez te conviertas en mamá. Tal vez no. Tal vez desees serlo con todo el corazón, o tal vez te toque aprender a soltar esa idea. Lo que sí es seguro, es que vas a sostenerte muchas veces. A veces con una fuerza que asombra, y otras desde la más pura fragilidad. Ambas valen lo mismo.
Habrá días en que te mires al espejo sin reconocerte, y otros en que te abraces con orgullo. Vas a llorar en silencio y también vas a reír con ganas. Vas a aprender a pedir ayuda, aunque te cueste. Y vas a descubrir que no estás sola, aunque a veces lo parezca.
Vas a entender que no necesitas ser perfecta para ser suficiente. Que tu valor no está en lo que logras, ni en lo que das, ni en cómo te ves. Está en todo lo que eres. Incluso en lo que aún estás sanando.
Si pudiera volver atrás, te abrazaría fuerte. Te diría que no corras tanto, que no seas tan dura contigo. Que vas bien, aunque no lo parezca. Que no hay una sola manera de ser mujer, ni de vivir la vida, ni de amar. Que mereces descanso, mereces ternura, mereces paz.
Gracias por no haberte rendido. Por seguir, por intentar, por confiar, aunque fuera con miedo. Todo lo que sos hoy, empezó ahí, en ese punto del camino donde creías que aún no eras suficiente. Y ya lo eras.
Con todo el amor,
Tu yo de hoy.
Nota:
Esta carta se escribe también con pedacitos de muchas otras. Porque hace unos días le preguntamos a nuestra comunidad: ¿Qué le dirías a tu yo de hace 10 años? Y las respuestas nos conmovieron profundamente.
Algunas dijeron: “No te preocupes tanto”, otras: “Vas a poder”, muchas compartieron lágrimas, logros, pérdidas, duelos y renacimientos.
Por eso esta carta también es tuya.
Porque todas estamos transitando.
Porque todas merecemos hablarnos con más amor.
Y porque nunca es tarde para decirnos, con todo el corazón: gracias por llegar hasta aquí.