¿El cerebro de los hombres cambia al ser padres?

¿El cerebro de los hombres cambia al ser padres?

Con la llegada de un bebé no solo las madres cambian su mentalidad. Aunque parezca sacado de una película de ciencia ficción, el cerebro de los hombres también se transforma cuando se convierten en padres.

Diversos estudios científicos respaldan que la paternidad activa transformaciones neurobiológicas en el cerebro masculino. De acuerdo con el Instituto de Investigación Sanitaria de Gregorio Marañón (IiSGM) de Madrid, en el cerebro de los padres se incrementa la actividad en áreas como la corteza prefrontal y la amígdala. Estas son responsables de la empatía, la regulación emocional y la toma de decisiones. El órgano se “reconfigura” para facilitar un vínculo más profundo y sensible con el hijo.

De igual forma, la antropóloga de la Universidad de Oxford, Anna Machin, destaca que estos cambios no son meramente hormonales, sino que implican una reestructuración a nivel cerebral que favorece la conexión emocional entre el padre y el hijo. Esta transformación biológica rompe, según indica en su libro La vida de papá: la creación de un padre moderno, con los estereotipos tradicionales del rol masculino, permitiendo que los hombres asuman una paternidad activa y comprometida.

Si la biología lo permite, ¿por qué la sociedad no lo fomenta?

Si los hombres tienen la capacidad cerebral para involucrarse en la crianza desde el primer día, ¿por qué el modelo tradicional sigue limitando su rol? La corresponsabilidad en la crianza no es solo una cuestión de voluntad personal, sino el resultado de estructuras sociales que aún no han incorporado plenamente estos hallazgos en sus normas y políticas.

El mercado laboral, por ejemplo, sigue operando bajo un modelo que asume que los permisos parentales son una necesidad exclusiva de las madres. Mientras que en países como Suecia los permisos de paternidad son casi equivalentes a los de maternidad, en gran parte de América Latina los días otorgados a los padres son simbólicos. Esto refuerza la idea de que su presencia en el hogar es secundaria y que la carga del cuidado sigue siendo, en gran medida, femenina.

A esto se suma la persistencia de una cultura donde se aplaude a los hombres que “ayudan” en la crianza, pero rara vez se les concibe como corresponsables en igualdad de condiciones. Muchas mujeres aún sienten el peso de la carga mental de la crianza, organizando horarios, supervisando tareas escolares y tomando la mayoría de las decisiones sobre el bienestar de los hijos. Si la biología les ha dado a los hombres la capacidad de vincularse y cuidar, ¿por qué seguimos funcionando como si no fuera así?