Un valor importante es la crianza de un niño o niña es que les dejemos desarrollarse a su propio tiempo. Al igual que todos caminan, corren o hablan en un instante particular. Cada uno de ellos tiene su propio ritmo para la conclusión de una tarea o una actividad en la que se encuentren enrolados. Hasta aquí está todo bien, ellos son conscientes de que lo podrán hacer a su propio paso. Pero nosotros los adultos, ¿estamos preparados para esperarlos?
La paciencia es un valuarte fundamental en la maternidad. Se necesitan altísimas e inimaginables dosis cada día, y a veces no son solo los niños quienes necesitan ser educados, sino nosotros los adultos que pensamos tener siempre la fórmula del éxito. Y no es así.
Diariamente caemos en las prisas de la vida moderna. Es inevitable. Las madres, a menudo, nos sentimos abrumadas, lo mismo por los horarios de la escuela, que por los de una cita o simplemente por el tiempo ideal en que deben marchar las tareas del hogar. Nos convertimos en máquinas diseñadas para cumplir con horarios y rutinas.
Sin embargo, es fundamental recordar que nuestros niños no son una maquinaria más y están empezando a conocer el mundo. No pueden funcionar a un ritmo específico porque están empezando su camino por la abrumadora carrera que es la vida. Apurar a los niños en medio de una actividad puede tener efectos negativos en su desarrollo emocional y cognitivo. Es tiempo ya de que lo tomemos en cuenta seriamente.
Que crezcan con calma
Establecer rutinas y horarios es esencial para el desarrollo y la educación de los más pequeños. Estas estructuras proporcionan un sentido de seguridad y previsibilidad, lo cual es vital para que los niños se sientan cómodos explorando el mundo a su alrededor. Las rutinas ayudan a desarrollar habilidades como la autodisciplina y la responsabilidad. Sin embargo, esto no significa que debemos estar constantemente mirando el reloj, ansiosas por pasar a la siguiente actividad.
Cuando las madres estamos constantemente apurando a nuestros hijos, no solo creamos un ambiente estresante, sino que también afectamos el desarrollo cerebral de los niños. El cerebro infantil es extremadamente sensible a las experiencias emocionales. La presión constante puede activar el sistema de respuesta al estrés, lo que lleva a la liberación de hormonas como el cortisol. Niveles elevados de cortisol pueden interferir con el aprendizaje y la memoria, así como afectar el desarrollo cognitivo en general.
Los niños que son apurados frecuentemente pueden desarrollar ansiedad, baja autoestima e incluso problemas de comportamiento. En lugar de fomentar un amor por el aprendizaje y la exploración, estas experiencias pueden hacer que sientan miedo al fracaso o al rechazo.
Es importante recordar que cada niño tiene su propio ritmo. Algunas actividades requieren más tiempo y atención que otras. Permitir que los niños se sumerjan en sus intereses sin interrupciones o presiones externas les ayuda a desarrollar su creatividad y habilidades críticas. Esto también les enseña a disfrutar del proceso de aprendizaje en lugar de solo enfocarse en los resultados.
Como madres, debemos aprender a ser flexibles con nuestros horarios. En lugar de imponer un enfoque rígido sobre cómo deben pasar su tiempo, podemos guiarlos mientras les damos espacio para explorar y disfrutar. Esto no solo beneficia su desarrollo emocional, sino también fortalece el vínculo entre madre e hijo. Ve con calma, estás haciendo el trabajo más importante de tu vida.