Desde tiempos inmemoriales, la realeza ha dejado tesoros que trascienden el tiempo. Los royals no solo han marcado la historia; su ropa y joyas cuentan relatos de poder, elegancia y tradición.
Pero, ¿qué sucede cuando una royal fallece? Según diversos medios internacionales, los objetos se reparten de forma muy especial. Las joyas se dividen en dos grupos: las piezas personales y las de la Corona.
Las joyas de la Corona son propiedad del Estado y se conservan en colecciones oficiales. En cambio, las joyas personales, aquellas adquiridas a lo largo de la vida, se heredan según el testamento o la tradición familiar.
Mientras que, en el caso de la ropa real se maneja de forma diferente. Algunas prendas icónicas llegan a exhibirse en museos, en exposiciones dedicadas de forma exclusiva a la royal o a la marca de alta costura a la que pertenece la pieza. Otras piezas se donan a organizaciones benéficas o se conservan como recuerdo familiar.
A diferencia de las joyas, la moda real sigue protocolos estrictos. Sin embargo, ciertos abrigos, vestidos y accesorios cargados de valor sentimental pueden pasar de una generación a otra.
Herencias entre royals
Un ejemplo emblemático es el Collar de Diamantes de Napoleón fue encargado en 1811 por Napoleón Bonaparte para su esposa, la emperatriz María Luisa de Austria. Tras la caída del emperador, María Luisa llevó el collar a Austria. A su muerte, la pieza pasó a la archiduquesa Sofía y luego a otros miembros de la familia Habsburgo. Finalmente, en 1962, Marjorie Merriweather Post lo donó al Instituto Smithsoniano, donde se exhibe actualmente.
Otro caso, más reciente en la historia, es la princesa Diana, quien dejó un legado de joyas que sus hijos han incorporado en sus vidas. Tal es el caso del anillo de compromiso de Diana, una sortija de zafiro y diamantes, que fue entregado por el príncipe Harry a su hermano William, quien se lo ofreció a Kate Middleton al comprometerse. De esta manera, la joya continúa siendo parte de la historia familiar.
Mientras que, la reina Isabel II también heredó piezas significativas. Por ejemplo, la tiara Fringe, que perteneció a su abuela, la reina María, y que Isabel II lució en su boda en 1947. Posteriormente, esta misma tiara fue utilizada por su hija, la princesa Ana, en su enlace matrimonial en 1973, demostrando la continuidad de las tradiciones familiares.