Para Celia, la maternidad fue una revelación. De origen cubano y radicada en Chile, su vida cambió con la llegada de Valeria, su hija, quien la inspiró a explorar el poder del juego en el desarrollo infantil. Con un sólido trasfondo en bioquímica y una curiosidad innata sobre el desarrollo del cerebro infantil, fundó junto a su esposo Miimi, un emprendimiento que ofrece juguetes educativos de inspiración Montessori para niños de 0 a 3 años.
Su premisa es sencilla, pero profunda: los primeros años de vida son cruciales para el aprendizaje. Y es que en esta etapa los niños aprenden explorando el entorno y sus interacciones, siendo el juego la herramienta más poderosa para ello. “A través del juego, asegura, los niños desarrollan habilidades básicas y conexiones neuronales esenciales para su crecimiento”.
El valor de las etapas del juego
Generalmente, comenta la Doctora Celia María Limia León, los adultos vemos el juego como pura entretención; pero para los niños es la única manera de aprender.
“En estos primeros años -refiere- el cerebro está en desarrollo; se están creando conexiones neuronales que son las que hacen que se fije el aprendizaje. A medida que los niños interactúan con el entorno, con juguetes, con experiencias, con sus cuidadores, es que adquieren los conocimientos y que su cerebro se va desarrollando. Se generan conexiones entre las neuronas que favorecen que se forme este aprendizaje, y es por eso que cuando juegan, aprenden”.
En este sentido, Celia destaca que durante los primeros años de vida los niños atraviesan varias etapas de juego. De 0 a 2 años -subraya- el juego suele ser individual y consiste en explorar el entorno inmediato. Más adelante comienzan a interactuar con otras personas; primero con adultos y luego con pares, pero siempre guiados por la necesidad de comprender el mundo a través de la acción.
Sobre la opinión popular de que los niños que crecen en familias pequeñas, sin hermanos o sin asistir a centros de educación en edades tempranas tienen un desarrollo social más lento, contestó que se trata de un tabú.
“Antes de los dos años -dijo, los niños no tienen idea de cómo jugar con otros niños. El juego que prevalece es el juego en solitario, o sea, ellos interactuando con adultos o con objetos. Todavía no saben cómo jugar entre ellos, están empezando a entender el sentido de pertenencia, del “yo”. Incluso, si les decimos: tienes que compartir, le estamos pidiendo algo que todavía no son capaces de comprender. Es después de los dos años que empieza un juego en paralelo, y pasados los tres, asociativo, compartiendo juguetes y recursos.
“En instituciones educativas hay especialistas formadas para enseñarles habilidades y conocimientos. Entonces, si eres una mamá o un papá que no tiene esa formación, o no tienes juguetes adecuados para su edad, o no interactúas tanto con el niño, sí es posible que deje de aprender algunas cosas en ese momento; pero no significa que va a estar atrasado en su desarrollo”.
Y agrega: “Lo más importante es saber en qué etapa está cada niño, qué es capaz de hacer y respetar su propio ritmo sin imponer expectativas”.
Pantallas vs. Juego Tradicional: ¿Qué dicen los especialistas?
Uno de los temas más polémicos en torno al aprendizaje y el juego es el impacto de las pantallas en los primeros años. Al respecto, Celia explica que los dispositivos electrónicos no deben ser un sustituto de los juguetes tradicionales, y es mejor evitarlos en menores de dos años.
“Hoy en día el uso de pantallas está totalmente contraindicado para niños menores de dos años, y para mayores de esa edad se recomiendan tiempos muy resumidos. Definitivamente, no son sustituto de un juguete tradicional, ni de salir al parque, ni de siquiera aburrirse, porque hasta el aburrimiento activa su creatividad”.
Sin embargo, reconoce que en la cotidianidad de muchos padres, el tiempo frente a una pantalla ayuda a cubrir momentos en los que se necesita su atención en otras tareas. Aun así, insiste en que esta práctica debe ser la excepción y no la norma. “Nada puede reemplazar el aprendizaje que obtienen al interactuar con su entorno y con otras personas”, sostiene.
Juguetes con propósito: la filosofía de Miimi
Los juguetes de Miimi están diseñados con un propósito claro: acompañar y potenciar el desarrollo integral de los niños. La empresa, además de crear productos seguros y hechos con materiales no tóxicos, utiliza madera reciclada en sus diseños.
Con un título en Bioquímica y un doble doctorado en Ciencias Biomédicas y Oncología, Celia ha volcado su formación científica en este proyecto. Trabaja junto a un equipo de especialistas que incluye educadoras, pediatras y terapeutas, quienes aseguran que cada juguete sea adecuado para las diferentes etapas de desarrollo. Estos expertos no solo evalúan los productos, sino que también colaboran en la creación de guías para padres con información sobre cada etapa de crecimiento y sugerencias para sacar el máximo provecho de los Miimikits.
“Cada juguete está pensado para que el niño explore de forma libre y creativa, sin una estructura rígida”, afirma Celia. Así, en Miimi, ella y su esposo han creado más que una tienda: un espacio en el que la ciencia y la crianza consciente se unen para promover una infancia de aprendizaje en libertad.