Las que sean madres de uno podrían desestimar estas líneas, mucho más si no piensan aventurarse a traer otro hijo al mundo. Pero las que esperan o quieren volver a embarazarse, o ya lo hicieron y son mamis de dos, de tres o de algunos más, es buen momento para que nos contesten: ¿Han querido a uno más que a otro? ¿Se han sentido infieles con sus propios hijos?
Antes que algunas nos tilden de locas, es mejor aclarar que no hablamos de nada raro. Ya hemos dicho que en la mente de una madre pasan cosas extraordinarias y lo que se conoce como Bimaternidad es una de ellas. Un concepto que no solo abarca la llegada de un segundo hijo, sino también el cambio en la dinámica familiar y los sentimientos que surgen en este proceso.
Para todas las madres, la llegada del primer hijo es un momento mágico lleno de descubrimientos y emociones intensas. Sin embargo, cuando llega el segundo hijo las experiencias previas pueden influir en cómo se vive la nueva etapa. Quizás las mamis de antes se guardaban sus emociones, pero en esta época de redes sociales y sobrexposición de información, al menos estamos sacando un tajo positivo: estamos esforzándonos en conocer mejor cómo pensamos y lo que sentimos.
Son muchas las madres que han confesado sentirse infieles frente a sus primeros hijos con la llegada del segundo. Tanto así que algunas toman terapia para superar el sentimiento de culpa tanto por un bebé (el primero, que aparentemente se descuida por atender al nuevo) como por el otro (el segundo, a quien aparentemente no le da tanto cariño como se lo dio al primogénito).
Vivir la maternidad en dos momentos distintos no implica querer más o menos a un hijo u otro, simplemente refleja cómo crecemos como madres en diferentes etapas de nuestra vida. Es fundamental adaptarse a esta nueva realidad con apertura y cariño hacia uno mismo.
Ciencia y experiencia empírica coinciden: es normal y pasará
Es común que surjan sentimientos de inseguridad y culpa al imaginar que no se siente lo mismo por ambos hijos. Desde el punto de vista psicológico, cada relación madre-hijo es única y está influenciada por múltiples factores. La realidad es que el amor materno no se reparte equitativamente; más bien, se expande. Cada hijo trae consigo su propia personalidad y necesidades, lo que significa que cada vínculo es distinto.
Los sentimientos de amor pueden manifestarse de diferentes maneras dependiendo del contexto emocional y situacional en el que se encuentra la madre. Lo cierto es que con los segundos hijos se tienen menos miedos, se consiguen mejores soluciones frente a los problemas y quizás lo que con el primero te desesperaba o angustiaba, con el segundo casi te tenga sin cuidado. Pero ninguno de esos escenarios es por falta de amor.
Este pensamiento puede surgir debido a la intensidad del vínculo formado durante los primeros meses y años de vida. Sin embargo, es fundamental entender que cada etapa de la maternidad ofrece oportunidades únicas para conectar con los hijos. La experiencia acumulada puede llevar a una maternidad más tranquila y reflexiva con el segundo hijo, lo cual no implica menos amor. Para las madres que sienten que su amor varía entre sus hijos, es importante recordar que estas emociones son normales y válidas.
Aceptar lo que sientes es crucial. No hay una forma incorrecta de amar. La psicología aconseja hablar sobre estas emociones con otras madres o profesionales para desahogar las inquietudes y encontrar apoyo emocional. Además, dedicar tiempo individual a cada hijo puede ser beneficioso para fortalecer esos vínculos únicos. Las pequeñas actividades compartidas pueden ayudar a construir recuerdos especiales y reafirmar el amor incondicional hacia ambos hijos. Esto también permite a las madres ver las cualidades únicas de cada niño y apreciar la diversidad en su relación.
Recordemos también que cada madre vive su maternidad de manera singular y comprender esto es esencial para aliviar la carga emocional asociada con sentimientos contradictorios. Al aceptar nuestras emociones y buscar apoyo cuando sea necesario, podemos encontrar paz en nuestra experiencia, sobre todo las que son bimadres. Pero más que todo, recuerden que el amor no se mide, se siente en cada abrazo, sonrisa y lágrima compartida entre ellos y nosotras.