La edad cronológica puede ser solo un número, un estado de ánimo o una manera de enfrentar la vida. Si lo quieres comprobar, abre YouTube y escribe el nombre de Johanna Quaas. Lo que hace no parece de este mundo, pero indiscutiblemente lo es, y se encarga todos los días de desafiar el tiempo al ritmo de la gimnasia.
A sus 98 años, las acrobacias y volteretas de Johanna sobre las barras paralelas no tienen nada que envidiar a las de cualquier atleta olímpico en pleno furor veinteañero. La alemana, que empezó su carrera deportiva en 1935 con solo diez años, pasó de la gimnasia al balonmano por un tiempo. Y a los 57 tomó la decisión de volver a los colchones gimnásticos, hasta ahora. Es considerada la gimnasta más longeva de la historia, un título que se ganó en 2012 y quedó anotado en el libro de los Récords Guinnes.
En los videos que circulan por redes sociales es posible disfrutar de la alemana balanceándose en las barras paralelas con un grado de dificultad enviadiable. Sus condiciones físicas ni siquiera son las mismas que las de una minoría de personas de la tercera edad. Es verdaderamente escalofriante verla saltar desde las barras y caer en una parada perfecta.
Pero más allá de sus increíble físico, de su fuerza y su coordinación, Johanna Quaas es un ejemplo de voluntad. Es una inspiración real para muchas mujeres, sobre todo para las que no se animan a tomar una decisión que cambie sus vidas, o a incorporar un giro deportivo y saludable en sus rutinas diarias.
Cuando batió todos los récords con 86 años, y después, cuando volvió a impresionar al mundo a los 91 haciendo sus malabáricas acrobacias, Johanna explicó a los medios que era más fácil enfrentar la vida estando en forma. En ese momento, la atleta reconoció que se trataba de un esfuerzo importante, pero que cada uno de sus sacrificios valía la pena. Su condición física, dijo, la ayudaba a evitar las caídas repentinas que sufren casi todos los adultos mayores. Además, mantenía su cerebro en correcto funcionamiento gracias a la alimentación basada en frutas y verduras. Su plan, aseguró, era dejar de entrenar justo el día de su muerte.
Nunca es demasiado tarde para cuidar de uno mismo y mantenerse activo. Tampoco para desafiar los prejuicios relacionados con la edad que limitan las oportunidades y distorsionan la percepción de las capacidades de cada quien.
Entrenar la mente y el cuerpo es una forma de demostrar que la edad no es un obstáculo para seguir aprendiendo, creciendo y disfrutando de la vida al máximo. Es importante fomentar una actitud positiva hacia el envejecimiento y promover la idea de que nunca es demasiado tarde para perseguir metas. Justo como lo está haciendo Johanna, al borde de su centenario.