El misterio del postre: ¿por qué nunca podemos resistirnos?

El misterio del postre: ¿por qué nunca podemos resistirnos?

En cada comida, siempre surge ese antojo final por un postre. No es el estómago el que dicta esta necesidad, sino el cerebro. Un estudio reciente citado por Newsweek evidencia que nuestra mente impulsa el deseo de consumir azúcar, incluso luego de una comida copiosa.

Científicos del Instituto Max Planck de Investigación sobre el Metabolismo, en la región alemana de Colonia, han confirmado lo que muchas ya experimentamos: tras una ingesta abundante, nuestro cuerpo reserva un espacio especial para el postre.

Según el neurobiólogo Henning Fenselau, quien lideró la investigación, desde un enfoque evolutivo, el cerebro está programado para aprovechar cada oportunidad de ingerir azúcar. “El azúcar es una fuente rápida de energía y ha sido históricamente escasa en la naturaleza”, explica Fenselau.

La clave reside en un conjunto de neuronas denominadas pro-opiomelanocortina (PMOC). Estas células no solo regulan el apetito y la sensación de saciedad, sino que, al detectar el azúcar, liberan beta-endorfina, una sustancia que potencia la sensación de placer. Además, se ha identificado el fenómeno de la saciedad sensorial específica, que se refiere a cómo los sabores, aromas, texturas y la apariencia de lo que comemos influyen en nuestro cerebro para darnos la sensación de haber terminado la comida.

La Dra. Barbara Rolls, del Laboratorio para el Estudio del Comportamiento Ingestivo Humano de la Universidad Estatal de Pensilvania, ha investigado este mecanismo desde los años ochenta. Su trabajo demuestra que, a nivel neuroquímico, la experiencia sensorial del alimento activa el centro de recompensa del cerebro, generando placer y motivándonos a repetir la experiencia.