Dormir no es perder el tiempo: lo que la neurociencia dice sobre el sueño infantil

Lo que la neurociencia revela sobre el sueño infantil

Quizá hayas pasado noches interminables arrullando a tu hijo y preguntándote si es normal que se despierte tantas veces. Y es que el sueño infantil es uno de los grandes desafíos de la crianza. Pero también una de las piezas más importantes —y a veces menos comprendidas— del desarrollo de nuestros peques.

La neurociencia lo confirma: el sueño no es solo un momento de descanso, sino un proceso activo que construye el cerebro. Literalmente. Mientras los niños duermen, su sistema nervioso se reorganiza, se consolidan aprendizajes y se regulan emociones. Dormir bien es tan importante como alimentarse o jugar.

El cerebro también duerme (pero trabaja duro)

Durante las fases más profundas del sueño, sobre todo en el sueño NREM (movimiento ocular no rápido), el cerebro de los bebés organiza lo vivido en el día. Clasifica experiencias, fortalece las conexiones neuronales importantes y elimina las innecesarias. En otras palabras: limpia, archiva y aprende.

Estudios recientes lo respaldan. Una investigación publicada en el Journal of Sleep Research (2024) encontró que los bebés que lograban consolidar mejor el sueño nocturno a los seis meses tenían, a los siete años, un mayor rendimiento en habilidades verbales. El sueño, entonces, no solo es descanso: es base del lenguaje, la memoria y la capacidad de regularse emocionalmente.

No todo es cuestión de horas

¿Tu hijo duerme muchas horas pero sigue irritable? Puede que el problema no sea el “cuánto”, sino el “cómo”. La calidad del sueño, su continuidad y el ambiente donde ocurre son igual o más importantes que la cantidad de horas dormidas. El despertar frecuente, el ruido o una rutina caótica antes de dormir pueden afectar negativamente los beneficios del descanso.

¿Y las famosas regresiones del sueño?

A los cuatro meses, a los ocho, al año… las llamadas “regresiones del sueño” pueden hacer que sientas que retrocedes. Y sí, son reales. Se trata de etapas en las que el desarrollo cerebral —aprendizajes nuevos, cambios en la motricidad o en la alimentación— interfiere con los patrones de sueño. Aunque frustrantes, son señales de crecimiento. La clave está en acompañarlas con paciencia y constancia, más que en tratar de “corregirlas”.

¿Hay que enseñarles a dormir?

El llamado “entrenamiento del sueño”, que implica dejar llorar al bebé hasta que aprenda a dormirse solo, sigue siendo polémico. Según una revisión científica de la revista Sleep (2024), no hay pruebas concluyentes de que este método mejore el desarrollo cognitivo o emocional. En cambio, sí hay evidencia de que atender las señales de sueño del bebé, contenerlo y crear rutinas predecibles favorece el apego seguro y la salud emocional a largo plazo.

Algunas claves prácticas

  • Rutina relajante: repite cada noche los mismos pasos antes de dormir (baño, cuento, caricia).
  • Ambiente propicio: habitación silenciosa, sin pantallas, con luz tenue y temperatura confortable.
  • Observar señales: cada bebé tiene su ritmo. Si bosteza, se frota los ojos o se muestra irritable, probablemente sea hora de dormir.
  • Evitar sobreestimulación: juegos muy activos o pantallas antes de dormir pueden dificultar el descanso.

Cada bebé, un mundo

Aunque la ciencia aporta pistas valiosas, cada niño es único. No todos duermen igual ni al mismo ritmo. Lo importante es observar, conectar y confiar en tu intuición. Dormir no debería ser una carrera de logros ni una competencia. Es un proceso evolutivo que, bien acompañado, puede convertirse en una experiencia de conexión y crecimiento.