Como si ya no tuvieran suficiente con la llegada de un hijo y las responsabilidades de su cuidado, las madres nos sometemos a un (otro) pico de estrés cuando llega el momento de presentar nuestros bebés a los amigos o conocidos cariñosos que se apuran a besarlos, acariciarlos, o que se desesperan por cargarlos.
No se trata de falta de consideración, ni de egoísmo o grosería. Pero nada suele molestar más a una madre que la gente alrededor del bebé, la fila por turnos para sostenerlo en brazos, las caricias en los cachetes, o el apretoncito de manos. En ningún manual está escrito que sea malo, nadie te advierte que debes evitarlo a toda costa. Es una cuestión meramente instintiva que nos grita desde nuestros adentros y nos convierte, sin exagerar, en un escudo para el bebé.
Este texto es para que entendamos de una vez que esas personas están mal, sin importar el parentesco que nos una, y que nuestro instinto es correcto. Nadie puede besar y tocar a nuestros bebés y no tienes que sentirte culpable por querer que así sea. Los límites los pones tú.
Las madres somos las primeras protectoras de nuestros hijos. Conocemos mejor que nadie las necesidades y vulnerabilidades de los pequeños. Este vínculo único nos otorga la autoridad para decidir quién puede interactuar con ellos y cómo. No hay nada de malo en establecer límites; al contrario, es una muestra de amor y de cuidado.
Muchas personas no se dan cuenta de que sus manos pueden estar llenas de gérmenes. Esto es especialmente preocupante para los recién nacidos, cuyos sistemas inmunológicos aún están en desarrollo. Al permitir que otros carguen o besen a nuestros hijos sin lavarse las manos adecuadamente, los exponemos a enfermedades innecesarias.
Es común que algunas madres se sientan presionadas por familiares o amigos para permitir que toquen o besen a sus bebés. Esta presión social puede avergonzarlas por querer proteger a sus hijos. Sin embargo, es importante recordar que nuestra prioridad debe ser el bienestar del bebé, y no lo que piensen los demás.
Una buena forma de manejar esta situación es educar a los amigos y familiares sobre la importancia del cuidado infantil. La comunicación abierta puede disminuir la incomodidad y fomentar el respeto hacia las decisiones tomadas por las madres.
Un simple “apreciamos tu cariño, pero preferimos que no nos beses ni cargues al bebé sin lavarte las manos” puede ser suficiente para transmitir el mensaje sin herir sentimientos. Si luego de eso no encuentras un entendimiento del otro lado, pues ya no será tu culpa. Lo más importante es el bebé y su salud, no lo que alguien más piense de ti y tu supuesta sobreprotección.
Cuidar es Amar. No sientas vergüenza ni pena por velar por la integridad y la salud de tu hijo. No dejes de escuchar a tu instinto porque, a partir de ahora, siempre te dirá la verdad.