La llegada de un bebé es un momento de alegría y transformación, pero también puede ser un periodo complicado para muchas mujeres. A estos temas nos hemos referido en más de una oportunidad, pero siempre aporta volver sobre ellos.
Después del parto, las madres a menudo enfrentamos una presión social abrumadora para recuperar la figura “perfecta” que se nos exige y cumplir con ciertos estándares de belleza. De lo que no se habla, o al menos no lo suficiente, es de que lo que provoca esa presión en la mente de las madres, sobre todo en la de madres primerizas.
Ciclos viciosos de autocríticas forzadas por motivos externos, ansiedad, depresiones, y en los peores casos, episodios psicóticos. Muy pocas personas se preocupan por enseñar que la maternidad no debe ser medida por estándares externos impuestos por la sociedad, sino celebrada por el amor incondicional que ofrecemos a nuestros hijos.
La sociedad actual se ocupa de imponer ideales de belleza que rara vez son alcanzables. Las imágenes de celebridades que parecen haber recuperado su figura casi inmediatamente después del parto contribuyen a una percepción distorsionada de la maternidad. Las mujeres nos sentimos presionadas por cumplir con estos estándares poco realistas y sin darnos cuenta caemos en un abismo donde nos sentimos insuficientes y frustradas.
Además, la idea de “madre perfecta” se ha vuelto omnipresente. Las jóvenes madres se sienten obligadas a demostrar que pueden manejar todas las responsabilidades del hogar, la crianza y el cuidado personal sin esfuerzo. Esta expectativa puede ser abrumadora y llevar a una disminución de la autoestima cuando no logramos cumplir con esa idílica lista de perfección.
La falta de apoyo emocional también juega un papel importante. Muchas mujeres experimentan el “baby blues” o incluso depresión posparto, exacerbada por la sensación de que deben estar siempre felices y en control. Es crucial reconocer que estas emociones son válidas y que pedir ayuda no es un signo de debilidad. Estamos en todo el derecho de hacer y de gestionar por todos los medios posibles que nos sintamos fuertes en nuestra mente.
¿Qué hacer?
Para contrarrestar estos efectos negativos, es fundamental cultivar una autoimagen positiva y sobre todo -al menos a nuestra opinión- desarrollar las estrategias para alcanzar la anhelada resiliencia emocional. Estas son algunas que puedes tener en cuenta:
1. Practicar la auto-compasión. En lugar de criticarte por no alcanzar ciertos estándares, intenta ser amable contigo misma. Reconoce que la maternidad es un viaje lleno de altibajos. Permítete sentir tus emociones sin juzgarte, disfruta tu salud y la de tu hijo. Esto puede ser liberador y te ayudará a aceptar tu nueva realidad.
2. Desconectar de las redes sociales: Las redes sociales pueden ser un foco importante de comparación negativa. Considera hacer una pausa o seguir cuentas y medios de comunicación que promuevan la diversidad corporal y realidades auténticas sobre la maternidad. Rodéate de mensajes positivos que celebren tu cuerpo tal como es después del parto.
3. Crear una red de apoyo: Conectar con otras madres puede ofrecer un espacio seguro para compartir experiencias y sentimientos. Formar grupos de apoyo o simplemente tener conversaciones sinceras con amigos puede ayudarte a sentirte comprendida y menos sola en este viaje.