Cierra los ojos y pienso por un minuto en una bruja. ¿Cuáles son los primeros detalles que te llegan a la mente? Seguro que el sombrero puntiagudo, unas uñas largas y filosas, el traje negro, alguna verruga en el rosto, una risa extravagante, unos dientes sucios, una escoba y listo.
Ese es el cuadro ideal que nos hemos formado por siglos de lo que es una bruja. Nos resulta tan fácil imaginarlas que, si hay que usar un disfraz, el de bruja es de los primeros que nos asoma en la imaginación.
Pero, ¿de dónde proviene esta imagen tan arraigada, este estereotipo tan negativo de mujeres viejas, feas y malvadas, volando en escobas?
La marginalización de las mujeres, perseguidas y acusadas de brujería en la Europa de los siglos XVI y XVII, fue uno de los elementos que contribuyó a la construcción de una imagen negativa. Así se asociaron con lo grotesco y lo maligno. Las acusadas eran a menudo las que se desviaban de las normas sociales de su tiempo.
La idea de las brujas volando en escobas también tiene raíces culturales. Se dice que las escobas eran un símbolo de la vida doméstica y, por lo tanto, su uso en rituales paganos se consideraba una transgresión. Además, el uso de ungüentos o pociones que contenían sustancias alucinógenas llevó a muchas mujeres a ser objeto de burla y desprecio, reforzando así su imagen como figuras siniestras.
El arte también las estereotipó
El arte ha jugado un papel crucial en la perpetuación de estos estereotipos. Pinturas como “La caza de brujas” de Francisco Goya retratan a mujeres como figuras grotescas y aterradoras, reforzando la noción de que la brujería es inherentemente maligna. Estos trabajos no solo reflejan la percepción social del momento, sino que también alimentaron en algún momento el miedo colectivo hacia lo desconocido.
Asimismo, la literatura también ha contribuido a esta imagen distorsionada. Obras como “Macbeth” de Shakespeare presentan a las brujas como seres malignos con apariencia repulsiva. Este tipo de representación ha perdurado a lo largo del tiempo e influido en la forma en que las brujas son percibidas en la cultura popular contemporánea.
No obstante, el código visual establecido por siglos sobre lo que realmente era una bruja y como se veía lo difundió el pintor holandés Peter Brueghel (1526/30-1569). Los grabados titulados Santiago en la cueva del brujo y Santiago y la caída del brujo ofrecieron por primera vez una iconografía definida de lo que sería entonces una bruja. Y así quedó guardado en la memoria mundial por siglos.
Ya en la actualidad, aunque algunas representaciones han comenzado a desafiar estos estereotipos, muchos medios siguen perpetuando la imagen tradicional. Películas como “El Mago de Oz” presentan a la Malvada Bruja del Oeste como un ícono visual que se basa en estos arquetipos antiguos.
Sin embargo, no todas las representaciones han sido negativas. Autoras como Silvia Moreno-Garcia han comenzado a reimaginar el papel de las brujas en sus obras literarias, presentándolas como figuras empoderadas que desafían las normas patriarcales. Esto marca un cambio significativo en cómo se perciben las brujas hoy en día.
Además, son varias las series de televisión que ubican como personaje central a una bruja y no siempre las presentan como malas o vengativas. En eso la cultura pop ha jugado un papel central, ofreciendo una visión más compleja y moderna del poder femenino asociado con la brujería.