La maternidad transforma profundamente, no solo por el rol de madres, sino también por los cambios físicos y espirituales que genera. Durante el embarazo, el cuerpo se transforma: aumento de peso, alteraciones hormonales y modificaciones físicas que preparan el terreno para la llegada del bebé. Luego, el posparto presenta un desafío adicional: aceptar y amar un cuerpo que ya no es el mismo.
El amor propio en el posparto implica reconocer y aceptar estos cambios. Es esencial entender que cada cicatriz, cada curva y cada transformación cuentan la historia de la maternidad y la fortaleza femenina.
Expertos en salud mental perinatal, como la psicóloga Ana Asensio, enfatizan la importancia de que las madres se cuiden y busquen la sintonía emocional. Asensio destaca, en declaraciones a El País, que la autoexigencia en busca de una maternidad perfecta puede llevar al agotamiento. La experta recomienda un enfoque más compasivo y realista, donde la madre se permita errar y busque apoyo.
Para fomentar el amor propio en el posparto, es recomendable practicar la autocompasión. Las madres deben tratarse a sí mismas con amabilidad y comprensión, reconociendo que la maternidad es un proceso de aprendizaje continuo. Buscar apoyo es fundamental; rodearse de personas comprensivas y participar en grupos de apoyo permite compartir experiencias y sentimientos.
Además, cuidar el cuerpo con actividades físicas que se disfruten y que respeten las limitaciones del posparto promueve la salud y el bienestar. Priorizar el autocuidado dedicando tiempo, ya sea a través de hobbies, descanso o actividades que brinden placer y relajación, es esencial. Aceptar la imperfección reconociendo que no existe una madre perfecta y que cada experiencia es única y válida, ayuda a construir una relación más saludable y amorosa con el cuerpo y consigo misma.