Para empezar, dejemos claro de una vez que nadie, absolutamente nadie, ha vivido exento de la queja. Unos más y otros menos, pero todos nos hemos quejado de algo, incluso hasta por lo más insignificante. La queja es un fenómeno común en la vida cotidiana. Lo malo es cuando se hace costumbre.
Muchas veces nos encontramos hablando sobre lo que no funciona, lo que nos molesta o lo que nos gustaría cambiar. Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado qué se esconde detrás de estas quejas?
A menudo, la queja es un mecanismo de defensa que utilizamos para expresar frustración, descontento o incluso miedo ante situaciones que no podemos controlar. Pero al enfocarnos en lo negativo, perdemos de vista las oportunidades de acción y crecimiento.
La filosofía detrás de las personas que pasan su vida quejándose puede estar arraigada en una perspectiva pesimista o en la creencia de que el mundo les debe algo. Estas personas a menudo ven el entorno como un lugar hostil y se sienten impotentes ante sus circunstancias. En lugar de buscar soluciones, prefieren aferrarse a la queja como una forma de validar sus sentimientos. Esta mentalidad puede convertirse en un ciclo vicioso, donde la insatisfacción se alimenta a sí misma y dificulta la búsqueda de alternativas. No, no elijas esto para tu vida.
Aquellas personas que optan por hacer más y quejarse menos suelen tener una mentalidad proactiva. En lugar de centrarse en los problemas, dirigen su energía hacia las soluciones. Estas personas comprenden que la vida está llena de desafíos y ven cada obstáculo como una oportunidad para aprender y crecer. Este enfoque no solo les permite enfrentar las adversidades con resiliencia, sino que también inspira a quienes los rodean a adoptar una actitud similar.
La negatividad puede ser contagiosa. Cuidado. Cuando estamos rodeados de personas que constantemente se lamentan, es fácil caer en esa misma trampa. Las interacciones se vuelven pesadas y poco productivas, lo cual puede generar un ambiente tóxico tanto en el trabajo como en casa. En cambio, fomentar una comunicación positiva puede fortalecer las relaciones y crear un entorno más saludable.
Para evitar caer en el hábito de la queja, es vital cultivar la autoconciencia. Esto implica reconocer nuestros patrones de pensamiento y comportamiento cuando nos sentimos frustrados o insatisfechos. En lugar de expresarlo a través de quejas, podemos optar por reflexionar sobre lo que realmente nos molesta y preguntarnos: “¿Qué puedo hacer al respecto?”. Este simple cambio en la perspectiva puede abrirte la puerta a soluciones creativas.
Además, practicar la gratitud es una herramienta poderosa para combatir la tendencia a quejarse. Al enfocarnos en lo positivo y reconocer las cosas buenas en nuestras vidas, comenzamos a desplazar nuestra atención lejos del descontento. Llevar un diario de gratitud o compartir momentos positivos con amigos y familiares puede ayudarnos a entrenar nuestra mente para apreciar lo bueno en lugar de enfocarnos en lo malo.
Al hacer más y quejarnos menos, no solo mejoramos nuestra calidad de vida sino también la de quienes nos rodean, sobre todo la de nuestros hijos que están empezando a transitar por la vida y ven en nosotras sus primeros ejemplos. Así que la próxima vez que sientas ganas de quejarte, pregúntate: “¿Qué puedo hacer para cambiar esta situación?” Tu respuesta podría ser el primer paso hacia una vida más satisfactoria y plena.
Todos los días dejo a mi hija en la escuela e intento respirar, pero no consigo hacerlo hasta que la veo en la recogida. Soy periodista con título, artista sin talento, soy la mamá de Emma y todo lo que eso implica. Descubrí mi verdadera vocación hace poco más de seis años cuando sacaron una niña de mis adentros y me la pusieron en los brazos. La maternidad me cambió el cuerpo, la mente y la energía. Mi universo conspira y se mueve alrededor de ella y para ella. Estar cansada es un estado natural, y el esfuerzo una inspiración.