Si de pronto conoces a una amiga a la cual llegas a querer mucho, quizás en algún momento te encuentres llamándola “bruji”. Pero si te tropiezas con una mala compañera de trabajo, o si te toca la desdicha de una suegra entrometida, probablemente también la llames “bruja” en más de una ocasión. Así de adaptable y polisémica puede ser esta palabra.
De hecho, el vocablo “bruja” ha recorrido un largo camino a través de la historia. Así pasó de ser un símbolo de poder y sabiduría a un insulto despectivo; incluso -y felizmente en estos casos-, a una bandera de empoderamiento.
En sus orígenes, las brujas eran vistas como curanderas, sabias y guardianas de conocimientos ancestrales. Sin embargo, con el tiempo esta imagen se distorsionó, convirtiéndose en un estigma que perdura hasta nuestros días.
Durante la Edad Media, la figura de la bruja se asoció con el mal y lo desconocido. Las mujeres que practicaban la medicina tradicional, por ejemplo, o hacían algo que desafiaba las normas sociales, eran perseguidas y acusadas de brujería. Este cambio en la percepción refleja cómo el poder ha tratado de controlar y silenciar a aquellas mujeres que se atreven a ser diferentes o a ejercer su autonomía.
En varias ocasiones, el movimiento feminista ha tomado la figura de la bruja como un símbolo de resistencia. En lugar de avergonzarse por el término, muchas mujeres lo reclaman como parte de su identidad. Por eso, si hoy en día te llaman bruja, puede que no sea tan grave.
A nosotras, que nos llamen brujas
Si el precio por ser transgresoras y desafiar las normas que nos demeritan es que nos llamen “brujas”, estamos dispuestas a pagarlo. Este insulto aparente refleja el miedo que genera en algunos sectores la libertad femenina. Llamarnos brujas es solo un intento fallido por desacreditar una lucha real y su impacto en la sociedad.
En este caso, que nos digan “brujas” no debe ser motivo de vergüenza. Al contrario, debería ser motivo de orgullo. Las brujas modernas son mujeres fuertes, seguras de sí mismas y comprometidas con sus ideales. Reivindicar este término es una forma de celebrar nuestra historia colectiva y reconocer la lucha por nuestros derechos.